En los últimos 10 años hemos visto cómo los disruptores digitales se aprovechan de las paquidérmicas estructuras de las compañías establecidas para darles una lección de velocidad, centricidad en el usuario y aprovechamiento de la tecnología. Con tintes de historia bíblica, las startups se han convertido en los David (rápidos y valientes) que derrotan a un Goliat (lento y confiado) con un astuto golpe a la distancia.
La diferencia entre esta historia y las disrupciones digitales, es que Goliat fue único en su especie y por ende no vio como otros Davides derrotaban a sus homólogos. No podía aprender. Hoy las grandes empresas, aunque con menos inmediatez de lo deseado, han aprendido la lección y se están preparando para contraatacar.
En Colombia, actualmente diferentes compañías de mediano y alto impacto están trabajando decididamente para no ser las próximas víctimas de un nuevo disruptor digital. Saben que cuentan con activos, tales como datos, experiencia, reputación o coberturas, que, de igualar la agilidad de las startups, serán su gran ventaja competitiva.
Y es que a raíz de este nuevo panorama, las grandes corporaciones volvieron a las facultades de negocios para replantear la generación y captación de valor por parte de sus empresas. La agilidad en la toma decisiones; la creación de una cultura retadora, ambiciosa y visionaria; y la concepción de una metodología de diseño, desarrollo y despliegue de tecnología madura y/o avanzada, son algunas de las brechas existentes entre el viejo y el nuevo mundo empresarial.
Las grandes corporaciones alguna vez fueron disruptores que pensaron primero en el usuario y en el máximo aprovechamiento de la tecnología disponible para escalar un modelo de negocio que satisfacía las necesidades de muchas personas.
Hace falta liderazgo, un cambio cultural drástico y un buen proceso de definición y desarrollo de la tecnología adecuada para que Goliat esquive la piedra, dé la vuelta, corra a toda velocidad con sus maduros músculos, empuñe su experimentada arma y, mientras David intenta correr, adivine el camino y aseste un golpe final.
El primer paso para esto es, en mi opinión, la humildad. Necesaria para innovar ya que permite reconocer que aún queda todo por mejorar y que la mejor versión de mí está a varios esfuerzos de distancia.
La discusión no se debe centrar en la victoria o derrota de las empresas tradicionales frente a las nuevas propuestas del mercado tecnológico, se trata de aplaudir a aquellas empresas que, a pesar de su magnitud, han dado un paso hacia atrás para volver a ser emprendedores y entender tanto las necesidades de sus usuarios, como las propias en términos de innovación.
Y lejos de opacar el gran camino que están recorriendo las startups, que se seguirán adaptando y reinventando permanentemente, la invitación es para que cada día más organizaciones, de cualquier sector o tamaño, inicien su propia transformación, ya que al final serán sus colaboradores, consumidores, accionistas y el propio mercado, quienes lo agradecerán.