La humildad, entendida como la búsqueda infinita de la verdad a través del autoconocimiento profundo, sincero y expuesto, es nuestra mejor arma de batalla para hacer frente a cualquier crisis. Sólo a través de la humildad seremos capaces de leer lo que nos trajo a donde estamos y entender el infinito mundo desconocido que se requiere para llegar a un punto superior.
Difícilmente, hoy, cualquier análisis del futuro corporativo no está inmerso en una corriente de incertidumbres y bondades tecnológicas difíciles de entender, y no es pecado no hacerlo. La verdadera falla (empresarial) es no buscar proactivamente la compresión del qué y el para qué del ecosistema digital que tocamos cada día, y que muchos ignoran en sus decisiones empresariales.
He aquí la necesidad de la humildad tecnológica para entender que por más cómodo que se esté, no actualizarse, invertir y mejorar cada día, es estancarse y ver hacer las cosas volverse realidad por el otro. Se necesita de esta característica, humildad tecnológica, para entender que de los cientos de miles de caminos posibles sólo hay algunos correctos para mí y mi negocio. Se necesita humildad tecnológica para escuchar a los más jóvenes y los más experimentados, para arriesgarse, aprender y poder avanzar.
El mundo entero, los académicos y los empresarios más osados, ya comprobaron que invertir en tecnología para mejorar la experiencia de los usuarios, automatizar operaciones y transformar modelos de negocios sí paga (en promedio las empresas que lo hacen son un 26% más rentables que sus pares según HBS).
Quizás el complemento perfecto de la humildad sería la valentía. Se puede ser valiente sin ser humilde, pero el riesgo al fracaso sería alto, y se puede ser humilde sin ser valiente, y quedarse contemplando el horizonte de lo infinito eternamente. Pero la humildad tecnológica y la valentía corporativa, en ese orden, son el catalizador de la prosperidad, el progreso y el bienestar económico de nuestras organizaciones.
Si el 70% de los proyectos de transformación digital en el mundo fallan por carencias estratégicas y el 83% de las funcionalidades desarrolladas en sistemas nunca se usan por fallas metodológicas en la ideación, aún sabiendo que hacerlo es el camino correcto, no veo una mejor combinación de atributos que humildad y valentía para esquivar la estadística y generar valor, verdadero valor, al mundo que tanto lo necesita.
Si encontramos la humildad tecnológica para aprender, preguntar, invertir, sostener, aprender y corregir, estaríamos llevando nuestras empresas y nuestra economía a un estado superior para darnos cuenta de que sí vale la pena, y que aún falta mucho por hacer.