El ROI, la automatización y la mejor experiencia de usuario, son los tesoros bajo el arcoiris que todas las empresas buscan cuando invierten en tecnología. Hoy no hay ningún empresario que no esté seducido por las gigantes rondas de inversión multimillonarias de las startups, ninguno que no esté revisando la tecnología (con una desviación estándar significativa en los niveles de determinación, claro) del competidor, ni nadie que no sueñe con tener el siguiente algoritmo que solucione nuestros problemas.

Curiosamente, el 82% de las inversiones en tecnología (Según el Chaos Report 2017) ni siquiera verán la luz y del 18% restante más de la mitad no dará los frutos esperados. Más allá de la estadística global, en Double V Partners y en la experiencia acumulada de nuestros socios (+60 años), después de varios debates filosóficos y técnicos al respecto, nos decidimos a definir el patrón común del desgaste, las frustraciones y los dolores de invertir en tecnología: Hay una diferencia abismal entre decidir COMPETIR con tecnología e IMPLEMENTAR tecnología.

Suena obvio, pero intentaré desglosar los síntomas comunes para que pueda revisar si su PETI o su inversión actual (ya sea un SaaS de 50 USD al mes o un desarrollo propio de cientos de millones de pesos) puede estar en riesgo de caer en el 82% de proyectos.

¿Qué es competir con tecnología?

Competir con tecnología inicia por entender que la tecnología no es la base de ninguna estrategia. La tecnología es un instrumento, un habilitador, que responde a las preguntas más básicas de generación y captura de valor.

Se debe entender que la tecnología tiene 3 grandes capacidades (que pueden solaparse entre sí):

  1. Mejorar la experiencia de mis clientes al adquirir mis productos o servicios.
  2. Disminuir los procesos y errores internos a través de la automatización, trazabilidad, interoperabilidad, entre otros atributos.
  3. Realizar modificaciones a un modelo de negocio existente.

Per se, la tecnología ni vende más, ni disminuye costos, ni pivotea propuestas de valor. Eso sí, la tecnología nos habilita y nos da “poderes” para poder bajar tácticas que de otro modo hubieran sido imposibles o impagables. 

Competir con tecnología es, entonces, redefinir la entrega de nuestra propuesta de valor haciendo uso de herramientas tecnológicas y escogiendo las adecuadas. El mismo problema se puede resolver con low-code, desarrollos a la medida, sistemas SaaS, back-ends en blockchain, inteligencia artificial o miles de otras opciones. Sin embargo, nuestro rol directivo dentro del entorno digital es saber medir los trade-offs de cada opción, entender los unit economics de corto y largo plazo, entender granularmente nuestro producto y alimentarse de data e insights sin parar. La solución más cara y pomposa no siempre es la correcta, ni la más económica la equivocada. Nadie quiere (aún) una inteligencia artificial que nos rasure la barba, ni nadie valora un chat de whatsapp donde por la gestión me contestan cada hora. El product market fit no está en hacer pomposo algo innecesario, ni regatear con el usuario solo porque “mi trabajo/producto/servicio ya tiene mucho esfuerzo”.

El fit, la escucha activa, la redefinición del delivery de nuestra entrega y captura de valor, y la repetición constante del ciclo, asegura el ROI de cualquier inversión en tecnología. Todo lo demás, puede ser catalogado como gasto.

Síntomas de estar sólo implementando tecnología

No hay reglas doradas, pero de acuerdo a nuestra experiencia les dejamos algunos tips para analizar si están compitiendo con tecnología o solo implementando tecnología:

  1. El área de tecnología no está impregnada de las expectativas de los usuarios y no es capaz de definir claramente la propuesta de valor de la empresa.
  2. El presupuesto de tecnología parece una escalera (inversiones no continuas) y no una pendiente de una ligera inclinación.
  3. No hay una relación explícita, clara y contundente entre cada funcionalidad, inversión o sistema frente a un objetivo estratégico de la organización medible y gestionado por la gerencia.
  4. Los planes tecnológicos se basan más en imitar que en diferenciarse.
  5. Las áreas de tecnología son áreas de servicio y no áreas con planes estratégicos.
  6. No hay equipos dedicados, o al menos con una dedicación parcial clara, medible y explícita, al entendimiento del usuario, el prototipado de funcionalidades y la medición de sus impactos en el modelo de negocio.
  7. No hay comparativos serios para cada inversión entre low-code vs. código puro, bases de datos vs. blockchain, SaaS vs desarrollo propio, algoritmos determinísticos vs. algoritmos inteligentes, por poner sólo algunos ejemplos.
  8. Las adquisiciones de tecnología no se miden o priorizan por su impacto en el modelo de negocio sino por urgencias del día a día.
  9. Muchas de las inversiones son poco usadas o siempre hay quejas por expectativas no cumplidas después de las implementaciones.
  10. No es claro como una inversión retorna su valor en el tiempo.

Si usted se sintió identificado por estas frases, usted está gastando en tecnología. No invirtiendo.

Si la evidencia empírica ya demostró que competir con tecnología es sumamente rentable, y ya todos sabemos que no usar tecnología es condenar nuestra empresa a un futuro poco atractivo, cualquier directivo debería tener esto como prioridad en su agenda.